El reino de la fantasía
Sábado 15 de mayo de 2010
Publicado en edición impresa de La valijita N° 79
Si hace algunas décadas los más chicos contaban con una oferta acotada de series de dibujos animados, hoy la mayoría tiene acceso a una gran diversidad de contenidos a través de canales y segmentos exclusivos para preescolares. Consultamos la opinión de los especialistas para analizar cuál es la verdadera influencia que ejercen estos “dibujitos”.
Muchos de nosotros crecimos viendo Los pitufos, Don Gato y su pandilla, Meteoro, El súper ratón, He-Man, Los ositos cariñosos, La pantera rosa, Los autos locos, La hormiga atómica, El pájaro Loco, Mi pequeño pony, Astoboy y tantos otros dibujos animados que recordamos entrañablemente. Los veíamos por la mañana o por la tarde mientras tomábamos la leche en alguno de los espacios que los pocos canales que había en ese entonces dedicaban a la audiencia infantil. No había, al menos explícitamente, una clara diferenciación entre los dibujos que eran para preescolares y los que eran para chicos más grandes. Pero con la llegada del cable y la expansión de la industria televisiva muchas cosas cambiaron. El entretenimiento infantil, a través de canales y segmentos exclusivos para cada grupo de edad, se ha convertido en un gran negocio para las cadenas televisivas, que hoy ofrecen señales con contenidos “a medida” las 24 horas de día. Las grillas de programación para preescolares están plagadas de dibujos animados: podemos encontrar más de 50 series entre los canales Discovery Kids y Playhouse Disney Channel y el segmento Nick Jr de Nickelodeon. Ante semejante oferta de series surgen varios interrogantes: ¿Qué clase de contenidos desarrollan estos dibujos? ¿En qué se diferencian de los que veíamos en nuestra infancia? ¿Qué tipo de influencia ejercen sobre los chicos? ¿Podemos hacer algo al respecto? A lo largo de esta nota intentaremos analizar estas cuestiones.
Una nueva estética
Para entender los actuales dibujos animados bien vale hacer un repaso por las distintas etapas por las que pasó este género que cuenta con casi un siglo de historia. El semiólogo Oscar Steimberg, Profesor de Semiótica de la UBA, la Universidad Nacional de La Plata y el IUNA, divide su evolución básicamente en tres. La primera es la de los dibujos de la era del cine mudo (como El gato Félix), en la que el producto se dirige a un público no muy delimitado. “Estos dibujos a veces trataban cuestiones de actualidad que un chico no alcanzaba a entender, pero igual los veía y los encontraba entretenidos por los recursos visuales”, subraya Steimberg. Luego, entre finales de los años 40 y los 50 vino la época dorada de Walt Disney (con Mickey Mouse a la cabeza) y Hanna-Barbera (Tom y Jerry). “Era un dibujo animado ‘pedagógico’ en el sentido de una enunciación -construcción de la escena de comunicación- en la que se trataba de ser claro, de que el relato se perciba de manera nítida y de que se entiendan muy bien la moraleja, la diferencia entre buenos y malos y entre acciones buenas y acciones malas”, explica.
Después de la década del 80 se presentó un doble fenómeno: el retorno de la complejidad en los dibujos (en cuanto al contenido), con series como los Simpsons que son vistos y divierten a grandes y chicos por igual, pero con algunos giros que sólo un adulto puede entender; y la irrupción del tipo de canal y de dibujo animado especialmente destinados a los más chiquitos. Según el semiólogo, “Los dibujos como Backyadigans, que se adecuan a las expectativas de los chicos con una información que nunca antes se había tenido, son algo sin precedentes. Es la aceptación de una estética de estos tramos primeros de la infancia, una manera de organizar el lenguaje que tiene que ver con las posibilidades de un disfrute y de un conocer específicos. Un niño pequeño, cuando ve otro tipo de dibujo animado tiene que segmentar su entendimiento, quedarse sólo con una parte; es éstos se queda con la totalidad. Estos dibujos ofrecen una construcción que se atiene al altísimo esquematismo y nivel de abstracción propios de los chicos, algo que no pasó ni con los de la primera ni con los de la segunda etapa.”
¿Buenos y malos?
Los contenidos de los dibujos animados para preescolares varían, pero muchas de estas series tienen un claro trasfondo didáctico. Sólo para dar algunos ejemplos: En Jorge el curioso, su protagonista (un monito) se dedica a explorar el mundo que lo rodea, viviendo aventuras increíbles gracias a su insaciable deseo de entender cómo funcionan las cosas. Aunque Jorge no habla, utiliza señales, gestos y expresiones para comunicarse con los niños, despertando en ellos el interés por la ciencia, la ingeniería y las matemáticas. Go Diego go! se centra en un niño bilingüe que ayuda a animales en peligro mientras enseña algunas nociones de inglés. Ozie boo es una serie protagonizada por cuatro pingüinos bebés que se propone ayudar a los niños pequeños a entender su rol en un grupo, a través de historias basadas en valores positivos como la solidaridad y la valentía.
Así como muchos chicos chiquitos consumen series para preescolares, también es cierto que otros, sobre todo cuando se sientan a mirar televisión en soledad, optan por otro tipo de dibujos que no son precisamente para su edad. Series de anime como Ben 10, consideradas “violentas” en comparación con las dirigidas al segmento tienen una gran cantidad de adeptos entre los más pequeños. Sin embargo, ¿Son estos dibujos más violentos que los que veíamos nosotros cuando éramos chicos?
“El que dice eso no sabe de qué está hablando -sentencia Steimberg-. Es una idealización de los dibujos del pasado, porque en ellos no sólo había violencia sino que la brutalidad era infinita”. El semiólogo da el ejemplo de series como Tom y Jerry o el Coyote y el Correcaminos donde había algo que hacía aceptable la destrucción y era el hecho de que el personaje se recomponía, y pregunta si acaso no ocurre lo mismo con las actuales.
La clave, según el especialista, no está en el tipo de contenido sino en la manera de procesarlo que tienen los chicos: “Hay una parte de los padres que piensan que los chicos pueden mirar lo que se les de la gana, y hay otra parte que no; pero si la cosa queda ahí, ese padre que censura es tan malo como el otro. Los padres deberían preocuparse, más que por los estímulos o por elegir el material, por los modos de procesar la información”. Otros profesionales coinciden en que lo importante no es el “qué” sino el “cómo” y el “con quién”. (Ver recuadro “El contexto…”)
Detrás de los dibujos
Además del tema de la violencia, muchos hablan de otros tipos de influencia que los dibujos animados ejercerían sobre los chicos: los relacionados al consumo -la oferta de merchandising (juguetes, útiles, ropa, etc.) que hay detrás de cada serie es cada vez mayor- ; los culturales – introducción de pautas culturales anglosajonas y orientales ajenas al contexto cultural del niño latinoamericano- ; sobre el lenguaje -muchos padres y docentes han observado que algunos chicos que pasan muchas horas frente a estas producciones se expresan en neutro-.
En cuanto a la primera cuestión, Sara Shaw de Critto, presidenta de Fund TV (entidad que entre otras actividades analiza el uso y los efectos de la TV), asegura: “Incitar a un consumo de objetos no necesarios ya es considerado no ético. En la Unión Europea se ha prohibido la emisión de publicidad en los horarios de protección a la infancia, porque se ha descubierto que los chicos no comprenden la “intencionalidad comercial” de un spot hasta los 12 o 13 años”.
Shaw se refiere a los otros tipos de influencias en términos de responsabilidades: La de los padres, la de los docentes y la de los productores de televisión. “Hoy hay una gran variedad de dibujos animados, los padres tienen más posibilidad de elegir entre diversas opciones y los docentes tienen que brindar una orientación sobre estas decisiones.
En varios países los profesionales vinculados a la salud de los niños recomiendan que éstos no estén más de dos horas sentados frente a la pantalla. Todo puede ser una ocasión de enriquecimiento, pero si los padres lo dosifican y lo explican, de otro modo los chicos no podrán entender lo que están viendo. Exponer a los chicos ante contenidos dañinos puede incidir en su percepción de la realidad y en sus actitudes. Además, los productores de estas series deben tener cuidado con los mensajes que difunden”.
¿Qué más recomiendan los profesionales a los padres respecto del consumo de dibujos por parte de los más chiquitos? Los consejos compartidos por la mayoría son: estar atentos a los dibujos que ven y, dentro de lo posible, acompañarlos cuando lo hacen; hablar con ellos sobre lo que ven (conversar sobre la historia, los personajes, los valores, estilos de vida, preguntarles qué les gusta, cómo se sienten al verlo, etc.); proponerles alguna actividad relacionada (dibujar, jugar) para hacer después; y ofrecerles alternativas al consumo de dibujos animados (libros, juegos, salidas), para que contemplen la posibilidad de otras formas de entretenimiento.
El contexto de recepción
Por Roxana Morduchowicz, Doctora en comunicación y directora del Programa Escuela y Medios del Ministerio de Educación de la Nación.
Los dibujos animados, como el cine y otros programas de TV ofrecen una producción que puede tener o no violencia, pero no hay ningún estudio definitorio que demuestre una relación lineal de causa y efecto entre lo que los niños ven y su conducta. Por cada estudio que afirma que los dibujos animados promueven la violencia hay otro que lo contradice. Esto es así porque no se puede tomar a la violencia como una variable aislada, en el medio hay otras variables tales como dónde está la tele, con quién la mira el chico y que posibilidad hay de hablar y de contextualizar aquello que ve.
Una hora que un chico pase solo frente al televisor viendo dibujos es más dañina que dos o tres horas haciéndolo en compañía de un adulto ¿Por qué? En el segundo caso el chico tiene la posibilidad de hablar sobre lo que ve, de preguntar, hay un “contexto de recepción”. Está comprobado que cuando un chico tiene un televisor en su dormitorio es más perjudicial que cuando éste se encuentra en un espacio compartido de la casa, porque genera más horas de consumo y lo hace en soledad. Los dibujos ejercen una influencia, si, pero no conducen por sí mismos a la violencia. Porque están en juego estas otras variables y porque además los chicos no son todos iguales, y no todos reaccionan de la misma manera ante un mismo estímulo. Sí proponen modelos o representaciones de vida, del mismo modo que la familia y la escuela. Mi postura es que deberían promover modelos constructivos y positivos de vida y que también los medios tienen responsabilidad social sobre lo que muestran.
De un dibujo animado podemos…
Descubrir mundos pasados, históricos, reales o imaginarios.
Explorar leyendas y relatos que no conocemos.
Incorporar, interrogar o desechar valores y modos de enfocar la vida.
Descubrir cómo se cuenta una historia y cómo se presentan los personajes.
Comparar la historia que se ve con las de los cuentos.
Enriquecer el lenguaje propio y familiarizarse con otros idiomas.
Comprender visiones del mundo, maneras de interpretar la realidad.
Imaginar, emocionarnos, sentir placer y disfrutar.
Entender la manera en que se construyen identidades.
Fuente: Cuadernillo “La tele en familia 2. Actividades para hacer con los más chicos cuando ven programas de televisión”, del Ministerio de Educación de la Nación.