10 años de FUNDTV

10 años de FUND TV
10ª ANIVERSARIO ¿Qué puede aportar la televisión hoy?

Sara Critto, Paola Delbosco, Clara Mariño, Pablo Sirvén, Guillermo Jaim Etcheverry

SARA SHAW DE CRITTO: Introducción

Hace diez años creamos esta Fundación con un ambicioso objetivo: que la televisión difunda cada vez más mensajes con valores educativos, culturales y sociales.
Consideramos en ese momento muy necesario la existencia de una organización con este fin . Y creemos que hoy nuestra misión está más vigente que nunca.
Somos voceros de muchos que aspiran a tener una televisión mejor.
Uno de los temas que nos preocupa es la distorsión con respecto al rating. Sabemos que se mide lo que la gente mira y no lo que se desea mirar. Por eso trabajamos para que comunicadores y auspiciantes, tengan en cuenta además del rating y los beneficios económicos, el servicio que brindan a la sociedad.
La televisión atraviesa espacios públicos. Existen normas y leyes que tienen que respetar tanto los empresarios televisivos que son los beneficiados por esas frecuencias, como los anunciantes, que son el soporte de esta actividad. Estos son los que tienen la responsabilidad de elegir y exigir que se asocien sus productos a una programación de calidad.
En este sentido hoy tenemos una buena noticia: la Cámara Argentina de Anunciantes, presidida por Luis Mario Castro, ha aceptado una propuesta nuestra y ha decidido apoyar con una pauta publicitaria a un programa infantil premiado por FUND TV: La MaMadera de Rosario.
Creemos de alta prioridad la producción y financiación de programas infantiles. Este es un legítimo reclamo de una audiencia que abarca a un tercio de la población y que se está formando mirando televisión varias horas diarias.
Queremos compartir con Uds. otros logros nuestros.
Uno de ellos es el lanzamiento que hoy realizamos de la novena edición del Premio FUND TV. Se lo debemos a la colaboración de nuestro prestigioso jurado y a la respuesta de cientos de productores de todo el país que han querido sumarse para participar de este concurso, destinado a evaluar los mensajes educativos ofrecidos desde la pantalla.
En 1998, FUND TV recibió la distinción Konex al Mérito, por ser una de las cuatro entidades educativas que más se había destacado en una década.
Este año tuvimos la satisfacción de recibir el Premio Internacional Julio Verne, organizado por el CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica) , de Francia. Este premio tiene por fin destacar proyectos innovadores que relacionan televisión y conocimiento.
A lo largo de estos años se desarrollaron numerosas actividades. Para sintetizar solo menciono algunas, como las campañas realizadas con Fox Sports y Cablevisión, con el lema “ Por un deporte sin violencia” durante los años 2000 y 2001.
Al difundir los premios y los criterios utilizados en su selección, FUND TV estimula a que los televidentes desarrollen su juicio crítico, para que sepan marcar las diferencias y optar por la calidad.
Para este fin, organizamos talleres y publicamos y distribuimos gratuitamente la guía: “ ¿Es posible usar mejor la TV?”.
Además Fund TV ha tenido una activa participación en reuniones foros y seminarios tanto nacionales como internacionales.
Todos estos logros, así como los numerosos reconocimientos que hemos recibido, queremos compartirlos con todos los que participan y han participado de la labor de FUND TV.
El prestigioso panel que hoy nos acompaña, seguramente nos ayudará a reflexionar sobre las características de la televisión que la sociedad desea y merece.
Sabemos del sensacionalismo, corrupción y banalidad que imperan en muchos ámbitos. Todos podemos hacer algo para modificar esta situación. Este es nuestro desafío y nuestra misión. Desde FUND TV seguiremos con entusiasmo trabajando en este sentido.

Agradecemos a todos los socios y colaboradores. A los patrocinantes que apoyan nuestros objetivos, Aguas Argentinas, Ford, Fundación BankBoston y Unilever. A la Fundación Navarro Viola por su hospitalidad de hoy, a la embajada de Francia. al Marriott Plaza Hotel, donde los esperamos el 7 de julio para la próxima entrega de premios; a Pramer y Plus Satelital; a Tea Imagen. Y muy especialmente a todos los miembros del jurado que nos apoyan incansablemente con su trabajo y su prestigio.

Gracias.

PAOLA DELBOSCO: Televisión y Tiempo Libre

Voy a hablar de TV y tiempo libre.
Decía que generalmente cuando uno empieza a oír hablar a gente de filosofía se imagina que en los próximos catorce minutos tendrá catorce bostezos promedio. Yo voy a empezar con una metáfora para que Uds. pierdan esta idea que la filosofía es algo insufrible.
La primer metáfora que se me ocurrió pensando en “TV y tiempo libre” es la de una casa que tiene distintos ámbitos con distintas funciones.. A mí me toca el living. El tiempo libre quiero caracterizarlo con la idea de la actividad que se desarrolla en el living de una casa, donde uno se sienta en el sillón cuando finalmente quiere descansar. ¿Qué tipo de actividad se desarrolla ahí? Uno suspende el tiempo dedicado a la actividad necesaria para subsistir, y puede suspender esa actividad útil porque ya ha cumplido lo que tiene que cumplir. Por lo tanto merece en ese momento disfrutar de algunas cosas que lo atraen. Podríamos jugar un poco con las palabras. El tiempo libre es ese tiempo libre de actividades que nos resultan obligatorias por su utilidad. Este tiempo libre se llena de sentido cuando el ser humano se reencuentra verdaderamente con lo que es: cuando la distracción es compensada por la atracción. Este ejercicio lingüístico se puede ahondar todavía más: si el trabajo, si el esfuerzo nos contrae, produce una especie de contracción, inclusive también concentración de nuestros esfuerzos, la distracción significa un alejamiento de esa actividad, pero queda muy pobre si la distracción es solamente un alejamiento. Uds. habrán oído muchas veces que se habla de una TV de evasión, de programas que son simplemente evasión, que en el fondo significan “fuga” Pero entonces no tienen ninguna atracción, sobretodo atracción hacia algo que de algún modo nos alimenta. Buscando textos sobre el tema de la fiesta, de la dimensión festiva que tiene el tiempo libre, encontré algo muy interesante que decía que para que la “Fiesta” para que el tiempo libre nos llene tiene que tener alegría y la alegría se desarrolla solamente frente a las cosas que amamos. Una persona está alegre frente a lo que ama. Frente a lo que tiene valor, frente a lo que de alguna manera colma ese deseo de felicidad, que es propio de todo hombre. ¿Cuáles son las cosas que nos alegran de verdad? El descanso, que nos alegra porque nuestro cuerpo recobra ese tono que hemos perdido durante el trabajo. Nos alegra el encuentro con amigos, con personas interesantes, el encuentro entre seres humanos.
Voy a contarles una cosa para ver qué es el encuentro. Hoy tocó el timbre en mi casa un señor pobre que alguna vez había hecho un trabajo en el jardín. Dijo: “ yo soy pobre, pero yo soy decente, yo no robo y no pido limosna, pido trabajar”. Alguna vez estuvo el auto para lavar; otra vez teníamos que correr tierra de un lugar a otro, pero esta vez no teníamos nada para hacer. Aparte yo no tenía plata. Encontré un peso en el bolsillo y entonces pensé: le dijeron solo que no había plata, y nadie lo recibió. Una respuesta muy fría y distante, pero éste es un ser humano y no fue tratado como tal. Como estaba en casa leyendo, decidí salir. tuve que perseguirlo porque el hombre ya se había alejado; cuando lo alcancé le dije “Tengo un peso.- es ridículo que se lo dé, pero quiere decir que me importa de Ud.” y él me empezó a decir: “Ud. es italiana, le queda bien el acento, nunca se le vaya a perder”… Eso ha sido un encuentro, eso es lo que quería decir. Ni él era pobre ni yo era rica ni viceversa Eramos personas. Eso me dio una gran satisfacción. El tiempo libre debe ser oportunidad para encuentros con personas.
Si necesitamos la presencia de los que nos colma porque nos atrae, la TV puede acercarnos también a lo que amamos: la belleza de los paisajes, el arte, la belleza moral de vidas humanas que tienen sentido. El encuentro con personas, el encuentro con amigos, las conversaciones interesantes, interesante quiere decir que hace que queramos estar ahí, estar “entremedio”. El interés que experimentamos por algo significa que queremos estar ahí donde se encuentra lo que nos atrae porque es lo que puede desarrollarnos, nutrirnos. También puede conmovernos, ablandarnos al conocer otras vidas humanas, otras experiencias, ampliar nuestra visión sobre lo humano, mostrarnos cuánto sufre el hombre, cómo podría aliviársele su pena si alguien pudiera intervenir. También se produce un encuentro a través de la literatura o lo que ahora se llama “ficción”, aunque creo que es un poco una reducción del término porque literatura en el fondo no finge, sino que describe de una manera magistral la realidad humana, que es una realidad eterna y por lo tanto siempre interesante… Un dramaturgo latino, Terencio, decía que porque era humano todo lo humano le interesaba. Yo creo que esto podría ser muy útil para entender cómo se emplea el “tiempo libre” de una manera interesante. Porque soy humano todo lo humano me interesa. No hay desperdicio, Sin embargo podríamos nosotros satisfacernos con este tema de evasión, que mencioné antes, que aprovecha la “curiositas”, es decir la pequeña preocupación , la curiosidad revolotea livianamente sobre lo humano captando solamente detalles superficiales. Poniéndose frente a los seres humanos sin ninguna verdadera simpatía, sino con esa actitud objetivante, ajena, casi del entomólogo que observa un insecto, o bien un hormiguero desde afuera. Piensen Uds. que estoy aludiendo directamente a algunos programas que están haciendo eso mismo con seres humanos. La actitud no es una actitud de simpatía , no es una actitud de interés. Hasta me da la impresión que es una actitud que juzga, y se juzga superior porque lo que está mostrando la TV es un ser humano degradado, un ser humano sacado de su verdadero habitat. Obligado a un tremendo aburrimiento y manipulado como si se tratara verdaderamente de muñecos o de títeres humanos. Esto es degradante; el que se satisface con este espectáculo se está degradando. No solamente se degrada la persona que se utiliza para esa diversión, para ese alejamiento de lo humano sino que se degrada también él, porque en el fondo lo que vemos. y lo que nos entretiene. y lo que nos interesa también es revelador de los valores que nos constituyen. Si yo me cebo, si yo me satisfago con vidas humanas empobrecidas, vidas humanas manipuladas, deterioradas, vidas humanas expuestas en sus aspectos íntimos, yo estoy constituida, amasada ,de esos valores que son la curiosidad, el fisgoneo, el juicio sobre las personas Eso me parece de verdad muy triste.
Me da la impresión que muchas veces acusan a los filósofos de estar subidos en la torre de marfil, pero, como yo soy ama de casa, madre con hijos, me parece que no lo estoy. Sin embargo, para entender cómo debería ser la televisión necesito subir un poco a un cierto tipo de abstracción para saber de qué se trata. Nuestro tiempo libre es muy valioso porque es tiempo de nuestra vida y vamos a vivir una sola vez. Si ese tiempo libre simplemente se malgasta, el entretenimiento que no nos deja ningún saldo positivo es mal negocio para nuestra vida. Piensen. Es mal negocio para nuestros jóvenes, también es mal negocio para las personas mayores. Este tiempo que podría llenarse de lo humano – que es siempre interesante y cuanto más profundo más concreta y sabrosamente nos alimenta -, del arte que es expresión de nuestra cultura, de vidas humanas, de lo literario, de la música, del espectáculo verdadero donde hay inteligencia y corazón y por eso pide una respuesta inteligente y un corazón empático del otro lado. No puede haber una respuesta rica donde la propuesta es muy pobre. Por otra parte si no chillamos frente a la propuesta pobre, es muy difícil que nos alimenten con propuestas ricas.
Quisiera con estas palabras estimular a los creativos para que nos alimenten con cosas buenas. Creo que la cultura las ha producido y la produce en abundancia. Se trata de ponerlas en contacto con los telespectadores. También es posible lo intertextual que está muy de moda hoy. Es decir que de los textos literarios, de las obras de arte, de la música, la televisión puede recabar un juego, no sé como llamarlo, en donde estos elementos se entrecrucen. Perdón. Parece que estoy yo dando consejo. No soy quien. Pero quiero decir: Fíjense que se trata realmente de unas posibilidades todavía no exploradas, no utilizadas. Y sin embargo podrían constituir un cambio sustancial .dentro de nuestra vida, dado que esta ventana – la tv – está en nuestra casa. Piensen Uds. cómo se sufre cuando lo que uno ve de su ventana no es lindo y como uno trata de embellecer este panorama Y piensen que tenemos ahí una ventana que se empecina en empobrecer el panorama del cual podemos disfrutar. Por otra parte piensen que no hay verdadero sentido de fiesta donde no hay cultura del trabajo. Quiere decir que se empobrece nuestra capacidad de entretenernos y alegrarnos cuando se empobrece en el fondo la seriedad del compromiso de nuestras vidas en la vida activa. Pensaba, ya que hice el ejemplo, el mal ejemplo, con el tema de Gran Hermano, qué aburrido que resulta este fisgonear en vidas absolutamente inactivas, donde lo único interesante son las peleas o las intimidades. Y como en el fondo esto no es la realidad misma, sino que es una abstracción porque ninguna realidad humana se desarrolla de esa manera, y que el que contrae el vicio de espiar a los otros no está haciendo otra cosa que legitimar ese vicio tan desagradable de las vecinas, las típicas vecinas que espían en el barrio. Nosotros lo tenemos ahí envasado y transformado en un programa sobre el cual se discute, se habla, se emiten juicios, como si se tratara verdaderamente de algo interesante.
Y en cambio se trata solo de algo extravagante. Extravagante significa que se va afuera de lo que es. Lo entretenido no es lo que atrae, sino lo extraño, lo sórdido, lo que bucea en los afectos más desagradables de los seres humanos, de las ciudades, de las comunidades, lo perverso. Daría la impresión que la diversión y la perversión se juntan ahí en una yunta terrible que en el fondo nos vacía. Si nos quejamos de la pérdida de valores habría que ver qué pasa en el living de nuestra casa. Porque si el living de nuestra casa se llena de esas diversiones vacuas, de esas diversiones que nos intoxican, que intoxican a nuestros jóvenes y también a nuestras personas mayores: algo hay que hacer. Hay que intervenir.
El verdadero sentido de fiesta, de la alegría, del interés, del entretenimiento, todavía tienen que ver con los valores y los valores son bienes concretos. Es decir, no el Bien metafísico o trascendente, sino ciertos modos concretos de ver el bien, que lo hace visible y cercano, y por eso ellos nos alimentan. La cosas buenas son el verdadero alimento para el alma. Si el ser humano quiere crecer necesita que lo tiren para arriba. No porque yo reniegue de mi corporeidad, sino porque pienso que así como la postura erecta es la que condice a nuestra naturaleza, entonces la alimentación también tiene que ver con esta verticalidad. La belleza hace crecer, la armonía nos pacifica y permite un mejor contacto entre nosotros. El conocimiento de los seres humanos es siempre interesante, no tienen desperdicio. Amplía nuestra visión y nuestra experiencia de vida. Nos llenamos de otras vidas. Los clásicos, en el fondo, son eso: son el contacto con otros mundos que nos abren ventanas, que nos amplían en todo sentido. También amplían nuestro vocabulario porque al aumentar la capacidad, la percepción y la experiencia también comprendemos y decimos otras cosas.
Piensen Uds. cómo se empobrece el vocabulario de nuestros alumnos. Por ejemplo, en mi larga experiencia en el secundario, me daba cuenta de que los alumnos no podían expresarse. Decían “ Lo entiendo pero no lo sé decir”.- invariablemente les contestaba; “ Entonces no lo entendés”.
-“Pero es que lo entendí, pero no lo sé decir”.
-“Es así. Mira: Me tenéis que explicar las cosas sin que yo te mire como si estuvieras hablando por teléfono. Solamente así estoy segura que usas un lenguaje por que por teléfono no podes decir así con gestos. Tenés que expresarlo con palabras”.
El contacto con otras experiencias, con otros mundos, enriquece nuestra capacidad de expresarnos. Porque la palabras también son realidades y entonces se trata de un mundo más ancho. El ser humano está hecho para cosas grandes. En eso consiste la magnanimidad y la magnificencia. Si no hay apertura, no hay magnanimidad y magnificencia. Hay cerrazón. Esta curiosidad pobre, este interés miserable sobre lo íntimo, lo que podría esconderse, lo sórdido, lo extravagante, achica el mundo. Es una especie de embudo perverso que no permite una vida que sea plenamente humana. Me voy a permitir, sé que está casi expirando mi tiempo, pero voy a leerles un texto de un filósofo alemán que murió casi centenario: Joseph Pieper que dice . “He de suponer que solo un trabajo lleno de sentido puede ser suelo sobre el que prospera la fiesta. Quizás ambas cosas, trabajar y celebrar una fiesta viven de la misma raíz. De manera que si la una se apaga, la otra se seca”
No nos vamos a divertir, no vamos a entretenernos, no nos vamos a interesar si no entendemos que el mundo del trabajo es un mundo lleno de sentido donde hace falta el compromiso serio para la construcción de un buen país. Y el nivel de la fiesta también tendrá que ver con ese compromiso serio. Probablemente la gente que más trabaja es también la gente que más se alegra, La gente que más se compromete, la gente que mejor entiende donde está parada y que tiene que hacer, es la que después puede entretenerse mejor, encontrarse más intensamente con los demás. La plata no tiene nada que ver con esto. Tiene que ver la actitud personal El ej. que usa este filósofo son las fiestas campesinas. ¡Cuanta alegría! Porque el trabajo campesino es un trabajo que cansa mucho y sin embargo la interrupción de ese trabajo está llena justamente de esa sensación alegre de que las cosas han sido hechas. Hay muchas fiestas de la cosecha, que significan un trabajo bien hecho que tiene sus resultados.
Quizás no es prudente hablar hoy de cosecha en la Argentina, pero sí es prudente hablar de siembra, Pienso que mucha gente tiene envidia a países más armados y siente que nació en un momento equivocado porque en lugar de heredar tiene que sembrar, pero, piensen Uds. que este trabajo de pioneros de una mejor sociedad es un trabajo entusiasmante y uno tiene siempre esta visión de futuro – quizás no para disfrutarlo directamente en su vida, pero habrá gente que herede los bienes a los que nosotros habremos dado comienzo. Yo creo que eso sí llena una vida. Y una vida llena de sentido también es una vida llena de alegría. No de cosas que se pierden sino de cosas que permanecen.
Los valores son tanto más elevados cuanto más son permanentes. La honestidad es un valor permanentemente. La sinceridad es un valor que traspasa el momento presente, la lealtad, la capacidad de ser amigos francos, fieles, eso llena una vida, le da sentido, la colorea. Y enriquece también la vida de los demás porque los valores tienen esta gran ventaja, de existir en racimos, de irradiarse, y de no empobrecerse cuando se comparten. Eso me parece interesante. Nosotros como adultos somos responsables en este momento crucial del país de entregar un país en mejores condiciones a la próxima generación por un lado, pero al mismo tiempo de alimentar adecuadamente esta generación que se está formando hoy para que crezca en su humanidad. Así como es nuestro deber quitarles estos alimentos, o esta comida basura como se dice hoy, porque en el fondo los intoxican y les impiden verdadero crecimiento.
Yo tengo 9 hijos. He luchado mucho con el tema de la TV porque he tenido algunos más adictos que otros. Y bueno, he tenido que limitar su exposición a la televisión o bien cuando eran más grandes y más discutidores, compartir con ellos algunos de estos programas que tanto parecían atraerlos. Frente a mí ellos mismos se avergonzaban de lo que estaban viendo porque se daban cuenta que no tenía ningún verdadero interés, eran pura distracción, pura evasión , pura extravagancia. Todos elementos que los alejaban de lo que es importante. De lo importante en el sentido que produce un cambio, produce un crecimiento, Y miren que no estoy pensando solamente en una diversión frívola. Tampoco estoy pensando en algo “serio”. Sino estoy pensando en un entretenimiento que tenga que ver con los valores de la persona, con el verdadero juego. Con el juego que sea alegre, con el juego que signifique destreza , habilidades, con el interés que significa esta apertura a otros mundos.
Yo creo que hay mucho que hacer, Esta ventana abierta en nuestras casas debe poder llenarse de imágenes que nos hagan crecer. De imágenes que nos alegren bien, profundamente. Puede llenarse también de visiones críticas que nos permitan descubrir donde hay que obrar, donde hay que intervenir, para modificar las cosas. El entretenimiento puede no ser frívolo, puede ser verdaderamente alegre pero al mismo tiempo profundo.
En eso tenemos largas tradiciones. Los griegos no me van a decir que no se entretenían, no hubieran tenido tantos teatros y esa diversión no era diversión que distraía, sino que concentraba, y los elevaba: era catártica. También han tenido comedias y las comedias son muy divertidas, algunas son un poco zafadas, pero en el fondo se trata de la comedia de los seres humanos. Se tomaban a ellos mismos el pelo, a sus defectos, de una manera que también los hizo crecer. Eso se puede estudiar, y si se puede estudiar quiere decir que encierra interés. El interés en el fondo está dado por lo que nunca pasa. Por lo que es permanente. El ser humano es permanente. Lo humano es permanente. Cruza siglos y milenios y no pierde nada de su frescura. Piensen Uds. las poesías . Los líricos griegos hablan del amor como lo sentimos hoy. Hablan de la belleza como la sentimos hoy. Esto me parece que es suficiente material como para que este famoso ojo, esta famosa ventana que tenemos en el living de nuestra casa se llene de los colores, de los sonidos y de los sentimiento que verdaderamente nos alimenten en este tiempo libre que es un tiempo humano. Gracias

PABLO SIRVÉN: Etica Periodística Televisiva

A mi me gusta mucho ver la TV, porque me parece que es como una especie de oráculo moderno, no solamente por lo que se ve en superficie de la TV, sino especialmente por la entrelínea que tiene la TV. Lo que hay detrás de la TV, lo que hay detrás de los mensajes, a veces incluso inconscientemente, por parte de quienes la producen. O sea que hay un efecto de profundidad del mensaje que está más allá de que lo que hay en la superficie, en el argumento, que me dice mucho de cómo es la TV, de cómo son los medios de comunicación y de cómo somos los argentinos.
Por eso a mí a veces me hace gracia, y también me da tristeza cuando se habla de los políticos, como en los últimos años en que se ha deteriorado tanto el manejo de la Argentina con las consecuencias que estamos padeciendo actualmente. Y digo me hace gracia y me da tristeza porque siempre cuando hablamos o cuando pensamos sobre el tema – y es una característica muy argentina – lo hacemos como si estuviéramos hablando de algo que le sucedió a otros, y que nosotros somos solamente víctimas de eso. Como si no tuviésemos nada que ver. Creo que en algún momento lamentablemente largo de la Argentina eso era parcialmente así. Cuando había gobiernos de facto, los argentinos no teníamos mucho que ver con eso, aunque también podemos polemizar sobre el tema. Pero de lo que no hay duda es que el año que viene vamos a cumplir 20 años seguidos de democracia y claro que tenemos que ver mucho con los políticos que nos gobiernan. Uds, me dirán: “¿qué tiene que ver ésto con la TV?”. Tiene y mucho que ver quizás con la parte peor de nosotros, con la parte que no quisiéramos ver. Por eso quienes intelectualizamos entre comillas la TV a veces con más nivel, otras con menos, muchas veces renegamos de ella con cierta fatuidad que no se compadece con el comportamiento que tenemos como televidentes frente a la televisión.
Yo creo que aquí también se da el tema del doble discurso, tan mentado, tan argentino: retóricamente pedimos por un lado determinadas cosas, que luego en los hechos, en la práctica, en lo íntimo de nuestras decisiones, hacemos completamente lo contrario.
Por eso cuando me planteaban el tema de la ética en la televisión, me preguntaba donde residiría la ética de la televisión, quién será depositario, quién será artífice de esa ética de la televisión. Y me preguntaba qué órgano de nuestro cuerpo podía decidir sobre esa ética.
Pensé primero en el cerebro, por la lógica que supuestamente ese órgano da a nuestras conductas. Después pensé en el corazón, porque también las emociones, y especialmente en un medio de comunicación como es la televisión, tiene tanto que ver. Pero al fin pensé mejor que el ser humano tiende a complicar tanto las cosas que en verdad son mucho más sencillas. Y que la ética televisiva reside quizá en partes orgánicas mucho menos importantes como puede ser el índice de la mano o el pulgar, depende del gusto de cada cual a la hora de empuñar el control remoto. Pensé que antes que el corazón o el cerebro el que decide sostener la televisión es nuestro ojo.
Hay actividades culturales que por ahí son autónomas del consumo, pero no la televisión comercial. La televisión depende absolutamente del consumo de la misma, así que si no hay consumo no hay tal televisión. No hay tal programa o no hay tal canal. Quiere decir que la televisión depende pura y exclusivamente de nuestra mirada. Sería algo así como, para poner para poner una metáfora, la televisión un barrilete cuyo hilo es nuestra propia mirada. Sin la mirada el programa se cae. Y yo creo que este barrilete está muy alto y está alto porque nuestra mirada lo decide, cada día, cada hora. De manera que como los políticos, lo que se ve en TV no es un asunto ajeno a nosotros sino culpa total y exclusivamente de nuestra mirada. Si no estamos de acuerdo, si nos parece que estamos viendo cosas que no quisiéramos ver, si estamos sintiendo algún tipo de repulsión frente a la televisión, de lo que se trata es en todo caso, de redireccionar nuestras miradas. De dejar de ver eso que tanto decimos que nos molesta. Ahora la pregunta es si vamos a dejar de ver o vamos a poner el discurso retórico contra la televisión y por el otro lado la vamos a seguir consumiendo. Hay que decidirse. Hay que armonizar lo que decimos, lo que sentimos y lo que pensamos respecto de la televisión con nuestro efectivo comportamiento frente al televisor. Acabar con el doble discurso: no se puede pedir por un lado contenidos educativos y formales y después comportarnos como energúmenos con el control remoto.
La televisión no puede ser mejor que el resto, que su entorno. Esto es también otro pedido que se le hace. Yo sé que con esta conversación debo estar emocionando a gente de la televisión que está en esta sala, que cree que yo odio la TV cuando en realidad la quiero mucho, y pienso que la TV no tiene la culpa de todo. En todo caso no puede ser mejor que el resto. Yo no me imagino algunos programas que se ven por la tarde en nuestra televisión en otros países. No me imagino por ejemplo un programa como Zap consumido en Estocolmo. Entonces vuelvo a pensar que tiene mucho que ver con nosotros. Yo diría que la TV no solo no puede ser mejor que el resto de nosotros, de nuestra sociedad, sino que siempre tiende a ser un tanto peor.
Pero esto no es solo así en Argentina. Es una característica del medio por sus características estereotipantes, por el vértigo de su producción, por ese instinto animal que tiene, con las excusas debidas a los animales, para trabajar sobre los impactos fáciles. La televisión es el medio más polémico y más controvertido. A veces tenemos la ilusión de creer que en otros países no se critica la televisión y a veces nos sorprendemos cuando encontramos programas incluso peores que algunos que se ven en la Argentina. Pero sí creo que no debemos potenciar sus miserias y no hacer una leyenda negra peor de lo que es. Yo creo que hay unas cuantas buenas noticias a pesar de todo, que no quiero darlas a manera de conformismo sino para que en todo caso nos demos fuerza para perseverar en ese intento, de ver si con nuestra mirada podemos cambiar lo que realmente estamos dispuestos a cambiar.
Yo diría en primer lugar que la mayoría de la televisión es buena. Por decirlo así, con lenguaje de crítica, diría que tiene tres estrellas. Digo que es buena porque tenemos una televisión absolutamente amplia, incluso con respecto a otros países. Tenemos siempre la mirada de la polémica puesta sobre la punta del iceberg televisivo que son los canales abiertos, pero por debajo de la superficie está la parte mayor de la televisión, porque no todos los programas, ni tan siquiera la mayoría son malos, o cuestionables, sino que también está el cable, y como bien se decía anteriormente, la Argentina es uno de los países más cableados del mundo. Y hoy por hoy a nuestras casas llegan 60 señales de cables o más, que si uno quisiera abarcarlas en sus 24 horas ininterrumpidas de programación, para ver por ejemplo la programación del día de hoy nos llevaría por lo menos dos meses y medio, simplemente ver lo que se transmite, lo que recibimos en nuestras casas cada día. Y dentro de toda esa enorme programación hay muchísimas cosas buenas. Y para todos los gustos. Esa es una buena noticia y es una noticia comprobable. La segunda noticia es que el canal que lidera la audiencia en este momento es quizá el que menos contenidos de este tipo tiene. Con lo cual que si queremos autoflagelarnos pensando que la gente, que somos nosotros, elegimos los peores programas o los peores contenidos, en realidad, según las mediciones estadísticas no es así. Esa también es una buena noticia.
La tercera noticia buena es que debemos acabar con el mito que el escándalo siempre da rating. No son los programas de más rating los de este tipo de contenidos. Son programas que a veces fluctúan en los 6 puntos, en los 8 puntos, a veces están en menos. Hay programas que llegan a los 10 puntos con toda la furia, pero pierden cuando están puestos en una misma franja, contra otros programas que apuestan a mayor calidad de producción, de creación. Y esto Uds. lo pueden comprobar p. ej. en la franja de las 8 de la noche, que tenemos un talk-show en un canal no es el programa que lidera la franja. A las 9 de la noche hay otro talk-show. en otro canal. y tampoco es el programa que lidera la franja. Quiere decir que la mayoría de la gente no los está eligiendo. Y esta es también una buena noticia.
La otra noticia buena también que hay es que entonces son muy pocos los programas, son muy pocos los comunicadores que nos dan vergüenza, como decía la profesora, verlos con nuestros hijos, aunque a veces es saludable verlos con ellos. Pero son muy influyentes. Nos llaman mucho la atención porque hacen ruido. Si cualquiera rompiera ese vidrio que hay atrás, Uds. automáticamente en un acto reflejo darían vuelta la cabeza para ver qué pasó. Yo creo que trabajan estos programas un poco con ese reflejo. Hacen mucho ruido y son multiplicados porque en nuestra televisión empobrecida están muy de moda las constantes revisiones, esa especie de molesta regurgitación constante. Encima que es bastante mala la digestión de esos programas, uno está condenado a verlos una y otra vez en distinta revisiones o programas o secciones de varios ciclos, con lo cual se potencian efectos que por ahí en origen no eran tan importantes. Cosas que suceden por ahí en horarios más marginales, o con menos audiencia, son trasladados por esta moda y entonces generan una bola de nieve. Por otro lado son contagiosos, eso está claro. Estos programas han nacido barrios periféricos de la televisión, en horarios marginales, y de a poco han ido avanzando hacia el centro, hacia los horarios más centrales. Y como si eso fuera poco los programas o comunicadores prevenidamente serios, o la ficción prevenidamente seria, se ha visto obligada, vaya a saber porque, quizás por inseguridad, a montarse, algunos con más vehemencia que otros, en este tipo de impacto fácil y chabacano.
La otra noticia que no es buena, pero que siempre estuvo al alcance de quienes tienen la decisión y quienes tienen el dinero, es que esto se soluciona si los señores publicitarios se deciden alguna vez a ver donde ponen sus avisos. Pero que se decidan a hacerlo de manera profesional, con bajo perfil, no saliendo de vez en cuando como en una cruzada medieval como para castigar a un programa. Sino darse un código que sea consensuado, que no deje ningún tipo de atisbo a censura. No volver a incurrir en algunos episodios de nuestra historia reciente, de algunas comisiones que finalmente no resultaban para una regulación sino que funcionaban un poco espasmódicamente y caprichosamente, sino que tengan una suerte de código. No hay tantos publicitarios, lamentablemente. Quizás cada vez hay menos como hay cada vez menos periodistas, y menos bancos, en esta recesión tan larga que tenemos: Con lo cual supongo que no les será tan difícil sentarse alrededor de una mesa y decidir. Decidir como deciden tambíen con los otros medios. Me da la sensación que los publicitarios son más cuidadosos, más cautelosos a la hora de pautar en los medios gráficos, que en la televisión. Quizás será un problema no de los anunciantes, no de los dueños de las agencias, quizá sea pereza o vagancia de quienes pautan y que toman la planilla de rating. Ni siquiera abren por universos o por target y van directamente a parar a programas, a veces solamente porque tienen el mayor rating. E incluso, en ese caso, muchas veces les hacen perder plata, porque están pagando mucho más de lo que quizá convendría al producto, que en algún caso, necesitaría otro tipo de programa, sin tanto rating, pero sí con un mejor perfil. Así que el día que los publicitarios tomen seriamente esto entre sus manos, seguramente vamos a asistir a una verdadera revolución de la televisión. Si no, seguiremos debatiendo y teniendo estos intercambios que son muy ricos, pero la televisión va a funcionar por un camino paralelo.
Quién sabe también estemos pagando otro mal de la Argentina que es el de las oscilaciones pendulares que caracterizan un poco a nuestra historia. Tuvimos una televisión pacata hasta la ridiculez hasta el año 83, de no poder tocar infinidad de temas. Había directamente una lista interminable de cosas, de temas, de personajes, de palabras, de situaciones, que no se podían tocar de ninguna manera. Y no solamente estoy hablando de los gobiernos de facto, sino como una decisión de que el medio era extremadamente puritano, inclusive más allá de lo que marcaban las costumbres de la época. Y como les decía, una tendencia típicamente argentina, el péndulo, que estaba en un extremo, se soltó y se fue para el otro lado. Y ahora tenemos una televisión escandalosa, hasta la ridiculez también. Así que ya uno ve determinadas cosas que ni exactamente ese tipo de humor, para decirlo de forma elegante, humor de baño de estación ferroviaria.
Yo creo que tenemos que concientizar y concientizarnos. Preguntarnos qué vemos y porqué lo vemos. Cada uno de nosotros tiene que hacer ese análisis y tratar de contestarse. Porqué vemos lo que vemos.
Yo no soy partidario de prohibir como padre, sino más bien en todo caso, de acompañar a los hijos. Creo que a los chicos la TV abierta en muchos casos les suena antigua. Me parece que están con otros códigos, con otras estéticas, y que obviamente, si el vidrio de atrás se rompe, mis chicos y yo nos vamos a dar vuelta y lo vamos a ver. Pero cada vez más esos chistes, esos recursos se agotan. No hay muchos.
Creo que hay otras pantallas que empiezan a competirle muy seriamente a la televisión abierta y por eso está mostrando esta desesperación, una desesperación que no es nacional, sino que es de la televisión mundial. Por eso todo ese tipo de formatos de programas de realities, y de crecimiento de la intimidad, no son una invención criolla sino que precisamente son de los países más avanzados, como es el caso de Holanda con Gran Hermano, o Dinamarca con el Bar o Expedición Robinson. Creo que es bueno sentarse a charlar con los chicos o a charlar con los adultos. En realidad creo que muchas veces somos los adultos los introductores de la televisión con los chicos, a la hora de comer o hay un montón de programas que los chicos consumen porque son los programas de los adultos. Creo que el espíritu crítico es un buen antídoto, el espíritu autocrítica .

Elegimos una carrera después de una larga y ponderada meditación porque vamos a invertir en ella cuatro, cinco o seis años. Cuando decidimos mudarnos también gastamos un tiempo, recorremos, porque ahí viviremos tres años, cuatro años, ocho o más. Y qué decir para elegir novio, novia, esposa, esposo, una decisión que, toco madera, tratamos que sea de por vida.¿Y porqué no nos exigimos un poco más con la televisión?
Uds. saben que, según algunos estudios de rating, en Capital y Gran Buenos Aires el promedio de consumo diario de televisión per capita está cerca de las 3 horas y media. Muchos de Uds. dirán, – “ ¡Yo no veo tres horas y media!”. Bueno, pero hay alguien que está viendo por ustedes. Hay gente que está mirando más, cinco horas o seis horas. Pero contentémonos con esta cifra que ya es bastante pavorosa, las tres horas y media promedio, que nos toca a todos en el promedio y hagamos una proyección a lo largo de una vida según la expectativa de vida que hay en la Argentina. En unos setenta y tantos años de vida habremos consumido nueve años seguidos, con sus días y sus noches completas, de 24 hs.. de televisión. Ahora imagínense invertir nueve años seguidos en leer literatura, ¡qué tipo de desarrollo mental y espiritual Uds. podrían llegar a tener!. O si a esos 9 años seguidos los dedicaran a ver muestras de pintura, o si esos 9 años seguidos, por cambiar el foco y que no sea estrictamente cultural, los dedicaran, por ejemplo, a entrenarse, imagínense qué cuerpos, qué musculatura lograrían. Yo no quiero imaginarme qué nos espera después de ver nueve años seguidos con sus días y sus noches, la televisión argentina. Muchas gracias.
CLARA MARIÑO: Transparencia Política

Les confieso que cuando me invitaron, acepté inmediatamente, pero me llamó machismo la atención el tema, transparencia política. Yo estoy más vinculada a los medios de comunicación que a la política, y yo me preguntaba me tocó hablar de un tema que no existe, la transparencia. Pero uniendo un poco a lo que decía Pablo Sirvén, creo que la Argentina es un país poco transparente y la política de alguna manera refleja lo que el país es en general. De todas maneras yo creo que aquellos que tienen y han tenido en la Argentina mayor poder, mayor capacidad de decisión, tienen en este país tan oscuro, yo creo que este es un país realmente muy oscuro, tienen mucho mayor responsabilidad que los ciudadanos que más allá de sus errores, a veces hoy en la Argentina apenas si pueden tener tiempo para sobrevivir.
A mí me parece que en la base de la falta de transparencia política en la Argentina, hay tres elementos fundamentales. De alguna manera todos esos elementos tienen que ver con la cultura argentina: el autoritarismo, que no solo es un tema de los militares, sino también de los civiles, el desprecio marcado por la ley que hay en la Argentina. Un autor hablaba de ”la Argentina, país al margen de la ley”, y también de la falta de un principio básico de la democracia en este país, que es la división de poderes.
Alguna vez leí que la calidad de una democracia se medía por tres elementos: la representatividad de los gobernantes -saquen cuentas Uds.-, la calidad de la burocracia estatal y los niveles de la corrupción estatal. Si uno le aplica de uno a diez a estas tres categorías veríamos que realmente la Argentina califica muy mal. De todas maneras yo les voy hablar de este tema diciendo las mismas cosas que yo digo en televisión o en radio. No les voy a decir nada distinto de lo que yo proyecto en los medios de comunicación.
A mí me asombra esta insistencia casi absurda que hay en muchos dirigentes argentinos de creer que con una ley, o con una medida, se es capaz de cambiar una realidad. Por ejemplo a mí me asombró, estando en el coloquio de la Unión Industrial Argentina, – por eso digo que la falta de transparencia no es solo de los políticos, sino que es de todas las corporaciones, que el presidente de la Unión Industrial Argentina, que yo creía que iba a dar un mensaje que tuviera que ver con una propuesta de crecimiento, de competitividad, de respeto a los empresarios, a la crisis económica de la Argentina, de dar una respuesta sobre el tema del hambre, – en otros países los empresarios hablan del tema del hambre, se despachara con una idea: ” La Argentina necesita una reforma constitucional!”, dijo . Y yo digo :los problemas de la Argentina tienen que ver justamente con la falta de cumplimiento de la Constitución nacional no por una constitución que aparentemente no funciona.

Un político que yo admiro mucho, norteamericano, Thomas Jefferson, decía en sus memorias, y me parece que sirve mucho para la Argentina, que no importaba demasiado, si la constitución norteamericana era perfecta o no, porque lo que importaba era crear el hábito de cumplir con esa constitución. Y eso es lo que le ha faltado a la Argentina.
Veía que Ibarra quiere cambiar nuevamente la constitución de la ciudad de Buenos Aires. La tuvimos hace dos o tres años y era la mejor constitución del mundo y ahora ya no sirve. Por eso digo que la falta de transparencia política en la Argentina, que es también la falta de transparencia en los medios de comunicación, en las entidades empresarias, tal vez en nuestra vida cotidiana, tiene que ver con este desprecio que en la Argentina tenemos con el cumplimiento de la ley y de las normas.
Una vez estuve en los EEUU y me llevaron a un colegio, era un colegio primario, con chicos de 7, 8 o 9 años donde se les pasaba a los chicos pequeñas historias de las grandes figuras de la historia de su país. Me llamaba la atención porque los mensajes que recibían estos chicos norteamericanos tenían que ver con cosas concretas, no con grandes discursos, no con retórica que me parece que es otra de las enfermedades de la Argentina, Y en un momento aparece Benjamín Franklin, un actor muy simpático, que les habla de muchas cosas a los chicos norteamericanos y de repente se da vuelta y les dice. Chicos, recuerden. EEUU se va a hacer grande por dos razones: por cumplir con la Constitución y por pagar impuestos.
A mí me pareció un mensaje realmente extraordinario, como el mensaje de Jefferson, y recordaba que algunos de los primeros españoles que llegaron a la Argentina. Por eso digo que creo que el tema es cultural, con respecto a algunas resoluciones que le venían de España, del Rey, solía decir que la ley se acata pero no se cumple. Me parece que ese valor cultural ha quedando en la Argentina, que más allá de las encuestas, sigue sin valorar realmente la sociedad argentina, el valor del cumplimiento de la ley.
Les confieso que a mí me asombra cuando yo veo en la encuestas – hoy la Argentina es un país donde le faltan las ideas y le sobran las encuestas -a mi juicio, que se le pregunta a la población cual es la virtud que más admiran en un político, sale en un 75%, la honestidad. Cuando se realicen las próximas elecciones en la Argentina recuerden lo que yo les digo y van a ver si los que ganan, o los que tienen más votos son los más honestos.
Por eso creo también que en la sociedad argentina hay un doble discurso, como decía Pablo Sirvén, y esa demanda de transparencia política yo no sé si es sincera. De hecho también si yo lo llevo a los medios de comunicación, en todas las encuestas marcan que la gente pide más programas educativos. Cuando hay programas educativos en la televisión, lamentablemente no tienen grandes audiencias. Creo que tampoco la tienen los grandes escándalos. En eso coincido con Pablo, pero ¿es verdad que la gente ciudadana promedio hoy en la Argentina, quiere más programas educativos? Por eso cuando yo digo que los políticos argentinos son muy mentirosos, es cierto, para que no se me enoje acá Eduardo Amadeo del cual soy muy amiga de hace mucho tiempo, creo que la sociedad argentina es también muy mentirosa. De hecho, hace unas horas el vocero del Fondo Monetario Internacional le decía al gobierno argentino: “Está bien el acuerdo que han hecho, pero por favor, cúmplanlo!”. Esto es lo que nos pide el mundo. Pero eso no es un problema de Duhalde. Es un problema de los gobiernos argentinos de los últimos veinte años de los cuales puedo hablar.
Tampoco los quiero agobiar con el tema de las reformas políticas. Como hacer para mejorar el financiamiento de los partidos, el tema de la lista sábana, porque ya está todo inventado. Lo único que hay que hacer para conseguir transparencia política es que haya decisión política de querer esa transparencia.
Alguna vez charlando con un gran tributarista internacional, un italiano, un hombre del Fondo Monetario Internacional, me decía, refiriéndose a los argentinos. – él quiere mucho a la Argentina – “¡pero por favor, Clara, los argentinos no inventen más nada!.”Ya está todo inventado. Agarren los libros. ¡Pónganse a trabajar en cosas concretas!”.
Y en el tema de transparencia política me parece que está todo inventado. Tenemos grandes modelos políticos: el irlandés, el español, el norteamericano, el de Nueva Zelanda, el de Suecia, todos proyectos exitosos. Lo que aquí no hay es voluntad política de ser transparentes.

Cuando se habla del financiamiento de los partidos políticos, que es uno de los temas que a mí me interesa más, no solo hay que poner el acento sobre la relación entre partidos políticos y empresas, sino que hay que poner el acento -que es para mí lo más grave, en un tema central. Los partidos políticos en la Argentina, casi sin excepción, han utilizado al Estado como botín. La política argentina se financia de manera indirecta a través de las universidades. Y creo que el rector Jaim Etcheverry. lo sabe muy bien. A través del Ansses, del PAMI, del Congreso. En tiempos del comienzo de la democracia,, en tiempos de Alfonsín, el Consejo Deliberante de la Argentina tenía 3000 personas supuestamente trabajando. Si iban todos los días, si se ponían todos de acuerdo en que iban a trabajar, no entraban.
Y ese es el financiamiento ilegal de la política argentina que a mí me preocupa más porque tiene una capacidad de movilización tan grande, que impide que aquellos que se acercan y quieren renovar a la política pierdan elecciones internas, no tengan poder y se desgasten.
Alguien podría decir: “Bueno entonces, está todo perdido.” No, obviamente no, porque esto es una foto de la Argentina y de hecho me parece que hay movimientos muy interesantes de gente joven, de gente no tan joven, que quiere cambiar la política. Pero este va a ser un proceso larguísimo porque no se arregla con las leyes. No se arregla con tener el mejor marco legal para cambiar la política, sino en la decisión de cambiarla. Y les voy a dar un ejemplo muy concreto: en las últimas elecciones que se realizaron en la ciudad de Buenos Aires había una normativa muy clara con respecto a las campañas políticas y a los límites de gasto de esas campañas. Bueno: Fueron violadas por Ibarra, por Cavallo y también por los peronistas. Es decir: no basta la ley, si no hay voluntad política de cumplirla. Y si no hay una justicia encargada de hacer cumplir la ley.
Hace un tiempo no muy lejano, yo me divertía trágicamente diría, con el tema de las coimas uno, durante el gobierno del doctor de la Rua. Y se había creado, es decir la reforma constitucional del 94, había creado el Consejo de la Magistratura que supuestamente iba atender, a mejorar y a controlar la justicia. Y se daba un escenario patético; teníamos un juez que tenía que investigar a los senadores y un Consejo de la Magistratura integrado por algunos senadores que iban a ser juzgados por el juez. Y el tema era: – Mirá si me juzgás a mí yo te juzgo tus cosas y si no me juzgas quedamos a mano. De hecho las coimas existieron, pero no pasó nada. Insisto: la Argentina para lograr transparencia política necesita un cambio cultural profundo. No es tarea de una sola generación: supongo que será de varias generaciones, pero me parece que hay que estar decidido a dar esa batalla.
Hoy me llegó una encuesta de Rosendo Fraga donde dice que dos de cada tres argentinos adhieren a que se vayan todos. Me parece utópico. Es la no-solución. De hecho, no se va nadie y están de regreso casi todos. Uds. lo ven todos los días en los diarios. Me parece que está bien reclamarle a los políticos transparencia pero también nos tenemos que fijar cuan tolerantes hemos sido los argentinos con la corrupción. De hecho se toleran cosas que no se toleran en ninguna parte del mundo. Les voy a dar dos ejemplos. Por ejemplo: Tato Romero Feris en cualquier momento entra en el Senado. Tiene un viaje muy especial: va de la cárcel al Senado directamente. Esto no ocurriría ni sería tolerado en ninguna parte del mundo. Es más. Algunos senadores le dijeron -“Tato: esperate aunque sean dos semanas para que no esté tan pegado”. Y él dijo: “No, no, Voy a entrar ahora”. El caso Angeloz. Angeloz terminó una megacausa contra él en la provincia de Córdoba, muy oscura. Y de ahí pasó al Senado también. Son dos ejemplos. Hay miles en todos los partidos.
Y me parece además que la Argentina es un país absolutamente corporativo. Creo que la idea de bien común no prevalece sobre esos intereses corporativos. Creo que desde el punto de vista institucional hoy la Argentina es un mamarracho. Les doy también un ejemplo de lo poco que hemos hecho en materia de reforma política. Se recuerdan que en abril el presidente Duhalde y los gobernadores firmaron 14 puntos, a mi juicio, brillantes, de reforma política. No se cumplió casi ninguno.
El tema de las internas abiertas y simultáneas. Era una de las poquitas cosas que habíamos logrado. Fíjense que destino triste de esta pequeña reforma política. Se sanciona. Servini de Cubría, una juez, descubre que es inconstitucional. La Cámara Electoral le dice: “No, es constitucional”, la restituye. Y un congreso justicialista le dice,” Si tiene razón, es constitucional, pero esta vez, por única vez, no la vamos a cumplir“. Por eso digo que este es un problema cultural. No alcanza con las leyes. Acá siempre estamos soñando con reformar la Constitución, y creo que uno de los grandes males de la Argentina es no haber cumplido con esos principios.

La gente me pregunta “¿Qué podríamos hacer nosotros?” y alguien podría decir meterse en política. Sería una de las formas pero yo sigo creyendo en el poder del voto, que no es inmediato. Es decir: Ud. vota y no se arreglan todas las cosas, pero la posibilidad de votar aquellos modelos de políticos que se acercan más a la transparencia, creo que es una arma poderosa. Yo lucho pero mucho, y eso que tengo casi todo el mundo en contra, cuando digo: “Para mí no votar, votar en blanco, o el voto bronca como se le ha llamado, lejos de cambiar las cosas, las empeora y hacen que el statu quo de la política no cambie”. También digo que no digamos que todos los políticos son iguales, o que todos los candidatos son iguales. Hay que esforzarse y darse cuenta que hay proyectos distintos, trayectorias distintas y conductas distintas. Posiblemente no haya el político ideal, pero la Argentina tampoco es la sociedad ideal. Es decir: no nos quedemos con la foto de la Argentina; la foto de la Argentina es horrible, pero me parece que desde los medios de comunicación, desde nuestras vidas intelectuales, desde los lugares donde nosotros estamos actuando, en una fábrica, en una escuela, en una universidad, hay posibilidades de cambio. Insisto: van a ser cambios muy pero muy lentos porque el problema de la transparencia tiene que ver con valores culturales de la Argentina.
Estoy leyendo un libro que me fascina que se llama “Liderazgo”. Son las memorias de Rudolf Giuliani. Es uno de los libros más vendidos de los EEUU y habla de la calidad de la gestión publica y a mí me sorprende la sencillez de algunos conceptos. No se enreda en leyes, proyectos de leyes, de resoluciones, de reformas. Y él dice algo que a mí me encantó. Dice que él tenía en su escritorio un cartelito que había sido en este caso, la base fundamental de su acción de gobierno. El cartelito eran dos palabras, nada más: “Soy responsable.” Y que éste sentido de responsabilidad él se lo había inculcado a todos sus colaboradores. Y él decía que el contrato social que él estableció con los norteamericanos, con los neoyorquinos, era un contrato de ida y vuelta. Dice, “Para mí ha sido un privilegio trabajar para el gobierno pero también siempre he sabido que ese privilegio yo lo tenía que devolver con eficiencia y honestidad.” No se planteó ese debate idiota que hay en la Argentina que si hay que ser eficiente u honesto. Qué es mejor. No: hay que ser eficiente y honesto. Y me parece que esto es lo que le falta a la Argentina, y a la dirigencia argentina, a la dirigencia política argentina. Y creo que la dirigencia política argentina tiene una gran responsabilidad porque asume la representación del pueblo. Yo no voto a un banquero: Yo puedo entender que un banquero, un empresario, aunque deberían tener una mira mucho más amplia, representen sus intereses corporativos, Pero cuando yo voto a un político, en realidad, estoy votando a alguien para que me represente. Y me parece que esta responsabilidad es la que no es entendida por la dirigencia política.
En todo el libro de Giuliani, en cada página aparece la palabra “accountability” que no tiene una traducción en español. Es una mezcla de hacerse cargo de, generar confianza, producir resultados y me parece que esto también tendría que hacerse carne y ser asumido por la política argentina. Insisto: yo creo que el cambio es posible. Hay destellos. El hecho que se estén discutiendo muchos temas es un gran avance. Pero creo, insisto, que el camino hacia la transparencia en la política y en general, en toda la Argentina, va a ser un camino lento, pero que estamos obligados a hacernos cargo de esto y de alguna manera asumirlo como un desafío.

GUILLERMO JAIM ETCHEVERRY: Televisión y Educación

Constituye para mi un motivo de especial satisfacción compartir esta celebración de los primeros diez años de FUND TV. Este grupo de personas reunidas por el interés en mejorar nuestra televisión, ha hecho, hace y, sin duda, seguirá haciendo mucho por cumplir con tan trascendente objetivo social. Su estrategia ha sido, sobre todo, destacar lo bueno que hay en la televisión porque, como se ha dicho, tanto la televisión como cualquier actividad humana no solo tiene aspectos criticables sino que, también, realiza aportes positivos. De allí que resulte digno de ser destacado el sostenido esfuerzo de FUND TV por señalar aquellos aspectos que, sobre la base de los criterios de la institución, son dignos de ser distinguidos ante la opinión pública. Esa importancia se manifiesta en el eco que concitan sus premios, repercusión que justifica el esfuerzo de quienes, con gran desinterés, conducen FUND TV, así como el de las personalidades de los más diversos ámbitos que, como jurados, miran tantas horas de televisión. Por eso es tan positivo que en estos momentos difíciles para la Argentina, nos reunamos para hablar sobre estos temas y también para celebrar la labor tan trascendente que FUND TV está realizando desde hace una década, alentándonos a continuar en ella.
Sin duda, como ya se ha dicho, los medios de comunicación, en especial los audiovisuales han adquirido un predominio casi hegemónico en nuestra vida cotidiana lo que está provocando una profunda transformación social. Estamos viendo ya los efectos que ejerce sobre el desarrollo de la cultura actual la irrupción de lo que alguna vez he llamado la “realidad irreal”. Utilizando como materia prima algunos pocos elementos primitivos, casi siempre derivados del ámbito de lo banal, lo grotesco o lo delictivo, la masificación de los medios de comunicación está logrando crear una atmósfera opresiva. Multiplicando cada hecho particular hasta el infinito, como si estuviera reflejado por espejos paralelos, han conseguido crear la ilusión de uniformidad. Al fin del día vemos tantas veces el mismo crimen, la misma violación, el mismo acto de corrupción, que terminamos convencidos de que solo nos rodean crímenes, violaciones, o corrupción. Hasta la ficción hoy parece interesada en recurrir a esos mismos elementos. La telebasura, como se ha dado en llamar ahora, es mostrada a partir de la realidad, la “telebasura desvelada”, como la define el filósofo español Gustavo Bueno, que la distingue de la “telebasura fabricada o producida”. De todos modos, lo que siempre existe es la decisión de mostrarla.
Curiosamente, a pesar de que hemos advertido con claridad los riesgos que tiene para la humanidad la contaminación del medio ambiente, no hemos identificado todavía el grave peligro que acecha a un ambiente no menos trascendente, nuestro propio interior. El filósofo Philip Novak ha resumido muy bien esta situación cuando dice: “La abundancia informativa resulta atractiva hasta que comprendemos que nos puede arrebatar la paz, un derecho espiritual de nacimiento. Así como recién estamos descubriendo el imperativo de desarrollar una relación armónica con la naturaleza, posiblemente también debamos advertir la necesidad de una ecología interior, una ecología de nuestra mente”.
Bombardeados por datos que no alcanzamos a interpretar, aturdidos por el escándalo creado por quienes se disputan nuestra atención con la avidez de transformarla en dinero, nuestro propio interior está siendo velozmente invadido. Desprovistos de las herramientas para reflexionar y, además, de la disposición y del entrenamiento para hacerlo, indefensos, comenzamos a perder hasta la capacidad de concentrar nuestra atención. No es casual que las imágenes de la pantalla televisiva se sucedan a un ritmo vertiginoso y violento, que no solo hace imposible analizarlas sino que también nos impide percibir conscientemente los elementos que contienen. Excitados al máximo, prácticamente ya no pensamos.
Uno de los signos más peligrosos de la situación actual, es el proceso sistemático de demolición del lenguaje, al que asistimos indiferentes cada día. Las imágenes televisivas vienen acompañadas, por lo general, del balbuceo de los nuevos y poderosos educadores electrónicos, que son los que están construyendo el interior del espectador niño. Omnipresentes, se caracterizan por emitir frases incoherentes y utilizar un léxico cuya alarmante limitación no hace más que reflejar interiores devastados por una educación empobrecedora. Estos nuevos maestros recurren permanentemente a la grosería, no ya para escandalizar, sino porque carecen de un vocabulario más amplio y sofisticado. Chicos y grandes estamos siendo educados por ignorantes quienes, para peor, viven una feliz inconsciencia, porque ni siquiera saben que no saben. Lo grave es que nos estamos acostumbrando aceleradamente a aceptar esta situación como normal. El rescate del lenguaje adquiere una significación profunda porque está ligado a la defensa de nuestro interior. Por eso, tal vez la contribución modesta pero importante que podrían hacer los medios de comunicación a la educación y a la cultura – no considero que la televisión sea educativa, sino que se trata de un entretenimiento y un negocio – resida en algo simple: hacer bien lo que hacen. Lograr, por ejemplo, que cada una de las personas que se enfrente a un micrófono o a una cámara de televisión, se exprese correctamente, utilizando frases completas, recurriendo a un vocabulario rico. Si solo se lograra eso asistiríamos a una revolución educativa en el país.
Felizmente, es amplio el consenso social acerca de la necesidad de garantizar la libertad de expresar todas las ideas, de informar sobre todo lo que sucede, de difundir las opiniones vertidas desde todas las perspectivas. Pero, tal vez, haya llegado el momento de discutir si es posible dejar que, bajo la protección de esa libertad de expresión que pretendemos preservar, se contamine aviesamente nuestro paisaje íntimo con conductas escandalosas, con una permanente apelación a lo peor y, sobre todo, utilizando desde el aula electrónica un lenguaje paupérrimo. Así como nos preocupamos por la calidad del medio ambiente en el que habitamos o de los alimentos que ingerimos, deberíamos prestar más atención a la nobleza de los alimentos del alma.
En general, estas reflexiones críticas se responden recurriendo a la lógica de la demanda: es lo que la gente quiere ver. Ante esa justificación ha reaccionado recientemente el jurista español Ignacio Sánchez Cámara señalando que “los mercaderes de la degradación tal vez ignoren que, al invocar la soberanía del público, implícitamente reconocen el agravio infligido a la inteligencia y al decoro. Argumentar que es el público el que quiere ver este tipo de espacios y que la obligación de las televisiones comerciales es responder a esas necesidades, es propio de un sofista y de un mercader que trafica con mercancía averiada. Un tendero de los alimentos del alma, mas no de quienes son responsables de medios de comunicación, nacidos además, bajo la forma de concesiones de un servicio público”.
La justificación misma – “es lo que la gente quiere ver” – encierra el reconocimiento de la culpa. Si los programas fueran de calidad, encontrarían en ella su razón de ser y no en la adhesión de la audiencia. Pero este argumento también encierra un engaño porque las supuestas necesidades de la gente son inducidas por quienes programan las emisiones. Dice también Bueno: “la audiencia sigue la ley de Gresham: la moneda mala desplaza a la buena. La gente no tiene tiempo ni posibilidades de hacer un esfuerzo y va a lo más fácil”. La existencia de la demanda, en este caso, es posterior a la oferta y no justifica moralmente a ésta. Quienes comercian con la prostitución o las drogas también atienden una demanda, pero eso no basta para hacer aceptables tales conductas.
Sin ninguna duda la satisfacción del cliente es el árbitro de la calidad en el campo comercial y en el de algunos servicios. Pero dice poco sobre la calidad en el caso de un bien inmaterial como la comunicación. La comunicación al igual que la información, no es un producto como los otros, porque ambos se definen en primer lugar, por valores.
Es cierto que el propósito de los medios de comunicación no es el de educar, sino que es esencialmente el de entretener e informar. Pero lo que no pueden es proponerse utilizar como exclusiva materia prima los más bajos impulsos del ser humano, sus expresiones más primitivas. El camino de la vulgaridad, que están eligiendo crecientemente, responde a dos principios esenciales en la sociedad actual: hacer dinero y divertirse. Para lograr lo primero, es útil cualquier recurso y el afán de lucro alimenta el analfabetismo funcional que contrarresta lo poco que consigue la educación. La diversión, por su lado, se restringe a lo fácil y termina en lo ramplón y lo sórdido. Todas estas situaciones siempre han existido. El problema actual es que se les otorga el lugar de ejemplo que debería corresponder a conductas más elevadas y talentosas. Como afirma Sánchez Cámara: “Asistimos a la más perfecta expresión de los desmanes que provoca el imperio cultural de las masas y su indigencia intelectual y moral, la quintaesencia de la derrota del pensamiento a manos de la banal ley de los grandes números.”
Quien siembra incultura, recoge incultura. Al sembrador corresponde la responsabilidad por la simiente y por la cosecha. Es que la responsabilidad es nuestra y no de la tierra que recibe nuestra semilla, como pretendemos justificarnos. Por eso conformar una democracia sólida supone esencialmente estimular la elevación de sus protagonistas. Como dijo tan bellamente Paola Delbosco: “al ser humano hay que tirarlo hacia arriba”.
Para combatir la sensación de opresión que genera esta realidad desalentadora, es preciso realizar un enorme esfuerzo para advertir que, además del mundo virtual que nos rodea, generado por los espejos paralelos de los medios informativos, existe otra realidad. Esa realidad parece carecer de interés para esos medios pero ella debería ser de principal importancia para nosotros. Se trata de nuestras propias vidas, del vasto espacio interior en el que la persona adquiere su verdadera dimensión, adonde debe retornar para buscar el valor de la honradez, de la responsabilidad, de la justicia. Vivir, en última instancia, es amueblar ese espacio interior. Por eso es tan importante mantener limpia su atmósfera, preservarla de la contaminación de la realidad irreal, porque, precisamente es en ese interior donde deberemos recogernos para sobrevivir.
Aunque defendemos la libertad de comercio, no nos alarma que el Estado controle estrictamente la calidad de la leche, de las carnes o de los medicamentos que consumimos. Nos indignamos cuando no se respetan las normas de salubridad pero, desentendidos de la salud interior, no nos atrevemos ni siquiera a promover la discusión acerca de la calidad del alimento cultural. Conmueve ver a los ecologistas empeñados en limpiar indefensas aves empetroladas, pero no surge una suerte de Greenpeace del medio interior, interesada en limpiar a tantas personas vulgarizadas, atacadas por dentro por una corrupción que, aunque no se vea, resulta muy fácil de percibir.
Cuando se rediscute el papel que en el ámbito de las comunicaciones corresponde al Estado, sería importante que se comprendiera que éste, en nombre de todos, debería constituirse en custodio, no solo de la libertad de expresión, sino también de la calidad de expresión. Debemos advertir que, así como el planeta corre graves riesgos físicos si no actuamos para evitar la contaminación ambiental, similares peligros acechan a la naturaleza humana si persistimos en contaminar el interior de nuestros jóvenes con lo peor de lo que es capaz el ser humano. Para peor, lo exponemos en una jerga, que implica un claro retroceso en la evolución cultural. Privar a las personas de las palabras, equivale a escamotearles la capacidad de pensarse, de pensar el mundo y de expresar esas ideas, rasgos esenciales de la construcción de lo humano.
El despojo al que estamos sometiendo a las nuevas generaciones resulta aún más grave en momentos en que la escuela sufre fuertes presiones para desertar de su misión de mostrar que existen otras realidades, que hay otras alternativas. La educación constituye la herramienta esencial para amueblar ese espacio interior, para cimentar la ciudadanía, para permitir que germinen la libertad y la grandeza que no lo hacen en un pueblo ignorante y esclavo. Tradicionalmente se ha considerado a la escuela, entendiendo por ella a la totalidad del amplio espectro de la experiencia educativa institucionalizada, como la educación formal. Hoy, a la luz de innumerables estudios, creo que ya deberíamos abandonar este criterio. Hoy es la televisión la que educa a la gente, la escuela es la alternativa, el lugar de resistencia, donde se deben proporcionar las herramientas para pensar la realidad y para pensarnos.
Dos grandes anticipaciones del mundo fueron propuestas durante el siglo XX. George Orwell nos alertó sobre quienes nos privarían de la información, prohibirían los libros o nos ocultarían la verdad. Por su parte, Aldous Huxley expresó una preocupación opuesta. Imaginó que llegaríamos a contar con tanta información que quedaríamos reducidos a la pasividad, que no sería necesario prohibir los libros porque a nadie le interesaría leerlos ni ocultar la verdad porque pasaría inadvertida en el océano de la irrelevancia. Sostuvo que en la era de la tecnología avanzada, la gente viviría entre placeres y lujos pero devastada espiritualmente por un enemigo disimulado tras un rostro sonriente. Para destruir la cultura bastará – dice – con que el pueblo termine convirtiéndose en audiencia, que acepte ser distraído por lo trivial, paralizado por el entretenimiento perpetuo. A esa altura, sin necesidad de guardianes ni de rejas, el diálogo público no superará ya el nivel infantil y la política no se diferenciará del vodevil. Una curiosa anticipación de lo que hoy está sucediendo.
Nuestros niños y jóvenes dedican más tiempo a las pantallas del televisor o a los pasatiempos que utilizan la computación, que el que pasan en los establecimientos escolares. Un reciente estudio de la Unión Europea, indica que un adolescente de 14 años, es decir, que ha cumplido el ciclo básico de sus estudios de nivel medio, dedicó 15 mil horas de su vida a ver programas de televisión y 11 mil al estudio. En los EE.UU., el 46 % de los adolescentes pasa cuatro horas por día frente al televisor y por semana observa 45 escenas de sexo, 57 homicidios, 99 agresiones físicas y 22 casos de abuso de menores.
Por eso, reitero que ya deberíamos hablar de la escuela como una instancia de educación alternativa al principal actor en la educación que es hoy el universo de los medios de difusión y del entretenimiento. En este sentido, sostengo desde hace tiempo que deberíamos concebir a la escuela precisamente como ese espacio alternativo de resistencia ante la banalidad que nos está cubriendo a todos con su manto atractivo y tranquilizador. Por eso, sería en mi opinión un trágico error proponernos, como se está intentando hacer, convertir al espacio escolar en una dependencia más del circo electrónico bajo cuya carpa nos sentimos cada día más cobijados. La escuela debería seguir centrada en la palabra, elemento definitorio de lo humano, esencial para poblar nuestro espacio interior. De allí que inclusive sociedades basadas en la tecnología, como la estadounidense, se planteen hoy el regreso activo a la palabra. La primera prioridad del gobierno de los EE.UU. es lograr que los niños… vuelvan a leer.
Si se pierde esa instancia única, que hoy proporciona la escuela, de dotar a nuestros niños y jóvenes de las herramientas intelectuales que les permitan comprender el mundo complejo que nos rodea, se pondrá en serio peligro el futuro de la civilización. La escuela debería ser vista como el lugar de resistencia de lo humano. Porque, a pesar de todo lo que se diga, la materia prima de la escuela no es la última información. Es la adquisición de marcos de referencia, del andamiaje básico que permita interpretar y manejar críticamente esa información. Estamos demasiado informados pero muy poco pensados. Como señala Julián Marías, somos “primitivos llenos de noticias”, carecemos de ideas, corporizamos el “vacío mental”. Por eso sin resistir y sonrientes, nos entregamos al opresor que nos va rellenando con la cultura del burlesco. Trágicamente, ni siquiera reconocemos a quiénes nos asfixian.
En los albores del nuevo siglo hay señales de que el “mundo feliz” ya está instalado entre nosotros. Vivimos férreamente controlados no por el amenazante “hermano grande” sino por el alegre entretenimiento. Entre carcajadas y no ya entre gritos de horror, sucumben hombres y mujeres sometidos al despojo de su interior. Están rodeados, privados de la posibilidad de ensanchar su horizonte, es decir, de construirse personas. Es una nueva forma de perder la libertad, una prisión invisible. Menos evidente, más moderna y sutil que la controlada por el “hermano grande”, pero no por eso menos terrible. Derribaremos sus muros cuando decidamos enriquecernos, esta vez por dentro.
Porque, como afirma el escritor español Manuel Vicent, para escapar de este mundo no es necesario moverse. El lugar donde fugarse está más cerca de lo que pensamos. Está dentro de nosotros mismos. Los responsables de la comunicación influyen de manera decisiva en la educación de nuestra gente, y asumen la tarea de modelar ese interior de cada uno de nosotros. Por eso es a nosotros mismos a quienes debemos reconocer en la calidad de quienes integran la sociedad que nos rodea.