Por una TV que respete a la niñez
La Argentina figura entre los países más atrasados del mundo en lo que concierne a la protección de los derechos de niños y adolescentes ante la influencia de los medios electrónicos de comunicación social. Así se desprende de un importante y minucioso informe elaborado por un conjunto de instituciones no gubernamentales y presentado ante el Congreso Nacional por iniciativa de la Defensoría del Pueblo de la Nación. Ese informe fue realizado por pedido de la Sociedad Audiovisual para la Infancia y Adolescencia Argentina (Saviaa) y participaron en él otras instituciones no gubernamentales, como la Fundación Televisión Educativa, la Sociedad Argentina de Pediatría, la Asociación Civil Nueva Mirada, la Asociación Católica Mundial para la Comunicación, y el Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño.
En la elaboración del informe participaron numerosos docentes e investigadores. Para los estudios de base se utilizaron los datos surgidos de un trabajo de investigación realizado por la Universidad Austral con el auspicio de la Cámara Argentina de Anunciantes.
Se trata de un documento fuertemente crítico, que advierte sobre los rasgos altamente negativos de la televisión argentina actual, en la cual prevalece -dice- “una abrumadora tendencia hacia la degradación de la cultura de la sociedad”. Las instituciones firmantes sostienen que la orientación de la televisión en nuestro país está en abierta contradicción con los contenidos de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, cuyo texto, como el de todos los pactos internacionales ratificados por el país, está incorporado hoy a la legislación constitucional argentina y debería tener imperio, por lo tanto, en toda la extensión de la República.
Los autores del informe estudiaron los contenidos de la televisión que se difunde en la Argentina y llegaron a conclusiones realmente desalentadoras. El 92 por ciento de los ciclos de entretenimiento que se analizaron “utiliza un lenguaje vulgar”; el 55 por ciento de los programas de ficción “transmite disvalores como la mentira y el engaño”, y el 60 por ciento de los noticieros “se vale de recursos de ficción para dar a conocer las noticias”.
Se observó además que el índice de violencia en los ciclos de entretenimiento de la televisión abierta asciende al 68 por ciento y que el 70 por ciento de los programas de ficción contiene fuertes ingredientes de violencia.
En el informe se señala también que en la Argentina los chicos ven un promedio de cuatro horas diarias de televisión, a pesar de lo cual en la TV abierta no hay prácticamente programas producidos y pensados para ellos: “Los niños y jóvenes no cuentan con espacios que atiendan sus reales necesidades de desarrollo cultural y esparcimiento fuera de la escuela”. Y se hace notar que “la oferta de una cultura de la diversión basada en la lógica de la violencia, la banalización y el consumo indiscriminado experimenta un crecimiento invasivo cuyo núcleo reside en las industrias del audiovisual”.
Uno de los problemas sobre los cuales se llama la atención es la inexistencia de un marco regulatorio eficiente, y se afirma que en otros países -entre los cuales se menciona a España, Brasil, Chile, Venezuela y Colombia- “existen espacios televisivos específicos con buenos contenidos para la niñez”. En una de las partes sustanciales del informe se insiste en los elevados índices de violencia y agresividad que exhiben los programas de entretenimiento. En tal sentido se señala que en los dibujos animados, incluidos los de origen japonés, los niveles de violencia llegan a extremos de inocultable gravedad.
La baja calidad de las propuestas, señalan los autores del estudio, indica la ausencia del concepto de “infancia” en la elaboración de los contenidos y revela que los niños son considerados únicamente en su rol de consumidores. Las producciones televisivas destinadas directamente a los niños representaron, por ejemplo, en 2004, sólo el 6,7 por ciento de la programación total. De los 328 ciclos diferentes que se difundieron durante ese año en los canales de aire sólo 29 estuvieron dedicados a niños y jóvenes. Es decir, menos del 10 por ciento. Y sólo un 5 por ciento de esos 29 programas infantiles fueron de producción nacional. La programación concebida en función de los intereses de la infancia es, pues, desde todo punto de vista, insuficiente.
Como bien ha señalado uno de los impulsores del informe (el presidente de Saviaa, Alejandro Malowicki), hoy nuestros niños no tienen, a través de la TV, un contacto auténtico con su propia identidad. No hablemos ya de contenidos educativos. Ni siquiera existe una programación que les brinde elementos de entretenimiento y diversión concebidos a la medida de sus necesidades. La actividad más importante de la niñez es jugar, y la televisión, cuando emite entretenimientos, no piensa en la niñez. Y eso es grave, pues afecta la salud del niño, que se siente ignorado o excluido en la órbita misma de la actividad que más específicamente le concierne, que es la de carácter lúdico.